martes, 10 de febrero de 2015

1040 (M 10/2/15) Leyes impopulares

Es una contradicción que haya leyes que, siendo democráticas, legítimas y correctas, sean antipopulares. Y es una contradicción porque si en democracia las leyes deben ser un reflejo de lo que opina y desea la mayoría, imponer leyes que desagradan a esa mayoría parece un sinsentido, y en cualquier caso antidemocrático. Y sin embargo…

       Tomemos las leyes fiscales, por ejemplo. A nadie le gusta pagar impuestos. Y si se pidiera la aprobación de la mayoría, ésta los aceptaría? Tengo mis dudas.

        El origen de los tributos está en la redistribución de la riqueza. Y en la división del trabajo, que pudo ser un efecto más que una causa del sistema impositivo. Aportando al colectivo los sobrantes alimentarios, éstos pudieron repartirse entre todos al tiempo que podíamos recibir a cambio bienes y servicios producidos por otros. Nadie dudará, pues, del beneficio que todos, todos, obtenemos del sistema tributario. Pero a la hora de aportar, nos cuesta rascarnos el bolsillo, máxime si conocemos que unos pocos, los que menos aportan, arramplan con los fondos públicos que los demás, con esfuerzo, aportamos. (Pero este es un tema de control de los fondos públicos que no debe poner en duda la necesidad y beneficios de un sistema fiscal, sobre todo si éste es progresivo, donde pagan más los que más pueden y tienen.)

        Otro ejemplo nos lo dan las leyes penales que intentan substituir la venganza por la justicia. Con fecha X 23/10/13, la entrada 843 (“Doctrina Parot, justicia o venganza?”) recogía la entrada 448.2 del 18/9/12 cuyo contenido trascribimos textualmente, ante la hipócrita reacción de los ministros de Justicia y de Interior escandalizándose por la sentencia del Tribunal Europeo de Estrasburgo que rechazó la aplicación de la doctrina Parot (la que alarga las penas de los condenados en función de criterios que aquí no vamos a discutir ahora), como lo haría cualquier estudiante de primero de Derecho:
        “La ley del Talión, ‘ojo por ojo diente por diente’, se interpreta erróneamente como una ley salvaje cuando en realidad, al ser la primera ley penal, constituía un avance social: limitaba la venganza a un ojo por ojo, uno solo, no dos ni tres ni cuatro, como ocurría antes de esa Ley. Así que la regulación de la justicia (penal) comenzó con la limitación de la venganza. Con el tiempo las sociedades se civilizaron y abolieron la prisión por deudas, los trabajos forzados, la pena de muerte... Con razón, las regiones donde sigue vigente la pena de muerte (no digamos ya la lapidación) se consideran salvajes por su atrocidad. A finales del siglo XIX la antropología y sociología denunciaron que las cárceles estuvieran ocupadas sólo por personas de baja extracción social, que los delincuentes eran en gran parte víctimas de una marginación social, familiar y afectiva, y que las cárceles, en lugar de centros de regeneración, lo eran de perversión. Y con esta visión general y acertada se legisló para que los presos, aparte de castigados, fueran reinsertados; para que por buen comportamiento se beneficiaran de reducciones de penas, y para que, sobreponiendo la justicia a la venganza, las penas tuvieran un límite de tiempo (en España, 30 años). Estas ideas progresistas no se pueden esgrimir a una madre que tiene delante el cadáver de su hijo, asesinado por un terrorista, claro está, pero sí deben exigirse a un legislador que busque leyes justas en materia penal. Y he aquí que llega el neoneanderthal.com ministro de Justicia y nos anuncia que quiere reimplantar la cadena perpetua (“permanente revisable”, otro eufemismo). Otra marcha atrás. O sea, que para ganarse unos votos, los de las familias de las víctimas, recupera la venganza en el lugar de la justicia en el código penal.”

        Pues bien, ahora resulta que el 67% de los ciudadanos están a favor de la cadena perpetua (aunque la llamen de otra manera) para algunos casos, qué os parece? Y ahora qué hacemos? ¿retrocedemos a leyes reaccionarias para dar gusto y carnaza a la masa sedienta de sangre? Porque si imponemos leyes penales justas, con las cuales superamos la venganza, estaríamos contrariando la opinión de la mayoría. Veis cómo hay leyes, necesarias, que pueden chocar con el sentir de esa mayoría? (véase entrada 1049 de 19/2/15 como remate de este tema de rabiosa actualidad)

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