La diputada catalana de la CUP (Candidatura d'Unitat
Popular, de carácter asambleario independentista, ecologista, republicano y anticapitalista) Anna Gabriel, ha escandalizado
a nuestra España pánfila, reaccionaria y mojigata con su proclama de una futura
y deseable sociedad donde los hijos pudieran criarse en grupo.
Uno de los
efectos perniciosos del sistema patriarcal de la familia actual (la familia nuclear),
es el desvalimiento en que cae la madre separada con hijos que configura la familia
monoparental. Algo que no ocurriría si la madre agobiada por la tarea de la crianza
de los hijos en solitario al tiempo que debe trabajar para obtener los ingresos
necesarios, estuviera arropada por el grupo de todas las madres de la comunidad
en un sistema de sociedades maternales. A eso, y no a otra cosa, nos abocaría
la “terrible, impúdica y descarada” sugerencia de la diputada catalana.
Poco más
de siete mil años atrás, y desde que nacimos como la especie actual que somos hace
unos 150.000 años, nuestros ancestros probablemente vivían en comunidades maternales
(no matriarcales, lo aclaro para evitar connotaciones patriarcales) promiscuas donde los “padres” no pelearían
entre ellos para reproducirse en su propia descendencia sino que todos
protegerían a toda la progenie porque todos los “padres” podrían serlo de
cualquiera de los hijos, como ocurre con los chimpancés bonobos. La madre tiene
una relación biológica con sus hijos
pero el padre es sólo un concepto abstracto, jurídico, una presunción contra la
que siempre cabrá una prueba en contrario.
La toma del poder social por el varón que arranca en el año 5000 hasta llegar a su institucionalización total en el año 750 a.de n.e. en la República romana, tuvo bastante que ver con un ajuste de cuentas, una guerra de sexos, en la que el varón se hizo misógino aterrorizado por la potencia sexual de la mujer, a la que encerró en la cocina atada a la pata de la mesa. Al griego Eurípides le ocurrió lo mismo que al romano Ovidio con su Ars amandi: que tuvo que exiliarse. Los atenienses no soportaban a un dramaturgo que se atrevía a exaltar el valor de la mujer como lo hizo en Las Bacantes o en Medea, cuyo texto tuvo que corregir varias veces para poder representarla. (Sobre el poder sexual de la mujer puede verse la entrada 1117 del 29/11/15.)
(La eventual toma del poder social por la mujer se me antoja fascinante. En cualquier caso serviría para poder comparar el nuevo orden hipotético femenino con el actual del patriarcado.)
El papel del varón protector lo ejercía el hermano de la madre, el tío materno, el avúnculo, en el sistema de parentesco del
avunculado donde, aparte del tío, todos
los demás varones tenían el mismo nombre por no necesitar ser identificados. Su
legitimidad procedía de su parentesco con la madre, al igual que el faraón sólo
se legitimaba en el poder como consorte de la Faraona (por eso se casaban con la
descendiente de la anterior faraona, fuera su madre, hija o hermana: cuando Ramsés
II enviudó de Nefertari se casó con su hija Meritamón, tuvo que casarse con ella,
auténtica nueva Faraona, a fin de poder seguir legitimado para ejercer el poder
de la corona).
La toma del poder social por el varón que arranca en el año 5000 hasta llegar a su institucionalización total en el año 750 a.de n.e. en la República romana, tuvo bastante que ver con un ajuste de cuentas, una guerra de sexos, en la que el varón se hizo misógino aterrorizado por la potencia sexual de la mujer, a la que encerró en la cocina atada a la pata de la mesa. Al griego Eurípides le ocurrió lo mismo que al romano Ovidio con su Ars amandi: que tuvo que exiliarse. Los atenienses no soportaban a un dramaturgo que se atrevía a exaltar el valor de la mujer como lo hizo en Las Bacantes o en Medea, cuyo texto tuvo que corregir varias veces para poder representarla. (Sobre el poder sexual de la mujer puede verse la entrada 1117 del 29/11/15.)
(La eventual toma del poder social por la mujer se me antoja fascinante. En cualquier caso serviría para poder comparar el nuevo orden hipotético femenino con el actual del patriarcado.)
La
promiscuidad sexual no sólo evitaba las reyertas, combates letales, por el
sexo, sino que permitiría a los miembros del grupo expresarse sexualmente sin
barreras desbloqueando con ello la neurótica represión de los instintos que desde
entonces padecemos. En efecto, no debería sorprendernos la convivencia pacífica de los bonobos cuyos conflictos se solucionan por el simple ritual de ofrecer la grupa al macho con lo que dan la impresión de que se pasan el día copulando.
Ojalá pudiéramos
recuperar ese estado de inocencia original
que mucho nos tememos que hoy día sería imposible dada la cultura religiosa con
que nos han comido los cerebros. Pero el hecho de que esta utopía no pudiera
practicarse por el rechazo que provocaría no debería impedirnos, sino todo lo contrario,
debatir sobre su naturaleza y efectos desbrozando el camino de prejuicios,
dogmas y comportamientos, que sólo podríamos cambiar poco a poco, con el tiempo. Tema éste, el de la educación, que las fuerzas reaccionarias han tenido siempre
interés en controlar.
P/S.: En cuanto al posible, utópico, nuevo sistema familiar no se trata de imponerlo. Debería ser compatible con otros sistemas familiares, con el actual nuclear incluido. Que cada uno eligiera su modelo familiar. Y el que más eficaz y conveniente se mostrara, pues nada, que aquí paz y después gloria.
P/S.: En cuanto al posible, utópico, nuevo sistema familiar no se trata de imponerlo. Debería ser compatible con otros sistemas familiares, con el actual nuclear incluido. Que cada uno eligiera su modelo familiar. Y el que más eficaz y conveniente se mostrara, pues nada, que aquí paz y después gloria.
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