La potencia sexual femenina ha sido asunto de especial
preocupación para los hombres desde el principio de los tiempos. Hasta Tiresias
fue consultado sobre el tema por los griegos. Eurípides en su tragedia Las Bacantes nos muestra el pánico que el varón
humano siente ante la capacidad orgiástica de la mujer. En mi libro que nunca
publicaré La Mona Apasionada se trata de demostrar que era la Madre
la que gobernaba nuestros grupos desde el comienzo de nuestra especie hasta el
año 5000 adne., fecha en la que el varón comienza a tomar la riendas del poder
en nuestra sociedad. El pánico que provoca el rostro de la Medusa con sus
cabellos de serpientes lo asimila Freud a la primera visión que tiene el niño
del pubis velludo de la hembra.
En el ajuste de cuentas que el varón practicó con la mujer cuando
ocupó su lugar en la gobernanza de nuestra sociedad, que comenzó en el V
milenio y remató en el 750 adne con la República romana, lo primero que sojuzgó
fue su sexo y su capacidad sexual (que todavía nos infunde pavor a juzgar por
el dislate: "las mujeres son todas más putas que las gallinas" que
aún sigue vigente). Para someterla y "superar" la humillación que nos
produce nuestra inferioridad orgiástica y orgasmática, las sometimos al
matrimonio, donde la convivencia obligada aletarga la excitación sexual, les
impusimos el celibato prematrimonial prohibiéndoles luego toda actividad sexual
fuera del matrimonio, castigamos "sus" adulterios, y hasta llegamos a
intervenirles el clítoris para que no pudieran disfrutar del sexo como sólo
ellas son capaces de hacerlo. Estos simples datos deberían ser suficientes para
que los varones diéramos por perdido el debate sobre la evidente superioridad
sexual de la mujer.
Pero con la aparición de la píldora anticonceptiva en los años 60
del siglo pasado y la liberación de la mujer de su miedo a quedar embarazada,
la hembra humana se ha soltado el pelo y ha recuperado su cuerpo (aún no del
todo, pero están en ello) que hasta ahora había tenido sojuzgado. Y qué es lo
que nos espera? Una Nueva mujer, en una nueva sociedad, eso es lo que nos
espera, nada menos que una nueva sociedad moldeada por la mujer mediante la
selección de los varones que se conformen al ideal que ellas tengan de
nosotros. Y que no sabemos aún cómo habrá de ser.
Porque siguiendo el hilo del tema sobre la elección de la pareja
por la mujer, que comentábamos ayer (lo recordáis? "son ellas las que nos
eligen"), la mujer tiene por fin la opción de elegir el tipo de varón que
mejor se le acomode, y los que no sean conformes con ese prototipo quedarán
relegados y sin capacidad, por lo tanto, para reproducirse, lo que les llevará
a su rápida extinción. La idea me la ha prestado Tinn Flannery en su libro Aquí en la Tierra que comentaremos en breve, mañana
mismo (aunque debo añadir que yo también lo había pensado por mi cuenta, que lo
tenía, vamos, en la punta de la lengua.)
Al seleccionar el nuevo tipo de macho que la mujer decida, con el
nuevo varón sin duda se conformará una nueva sociedad. Así pues, está en manos
de la mujer marcar la evolución del varón, y con él la del grupo social, y con
ellos la de la especie misma, sin que nadie pueda cuestionarlo y ni siquiera
aplaudirlo o reprobarlo. Por ello no hará falta concienciar a la nueva mujer
para que marque su impronta en el cambio que esta sociedad patriarcal está
pidiendo a gritos, sino que ella forzará su aplicación inconscientemente, sin
tener que esforzarse para ello, en una evolución natural de nuestra especie.
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Hasta aquí la
entrada de hoy. Pura provocación. Lo que sigue, en aparente tono de humor, es
sólo para iniciados (pusilánimes abstenerse):
Sospecho, y así lo espero, que los nuevos tiempos incluyan la
liberación sexual real total de la mujer, y con ella la nuestra, en una
sociedad promiscua, bonobos'
way of life, donde los varones ocupemos la posición social secundaria
que nos pertenece, la violencia se reprima mediante coitos rutinarios y
rituales y la noción de "padre" desaparezca, al poder ser el padre
cualquiera de los miembros varones del colectivo sin que nada ni nadie pueda
distinguirlos (vide entrada 350.3 de
20/6/12) pues, al evitar la pareja, todos los machos copularían con todas las
hembras y eso les haría padres de todos los hijos del grupo, con lo que ninguno
ejercería "su" paternidad, que desconocen, sino que todos protegerían
al grupo completo, como hacen los bonobos, eliminando con ello uno de los
motivos principales de la violencia dentro del grupo.
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