Las Universidades irrumpieron en el monopolio de la Iglesia en la enseñanza. Luego, con la imprenta, se sumó la prensa. Pero no fue sino hasta el siglo XVII cuando se dio acceso al público a la enseñanza
de Gramática, Artes y Teología en el convento/iglesia de San Jacinto en
Sevilla, en el siglo XVII. En 1779
las materias a impartir se ampliaban con el Latín y la Teología Moral. Es sólo
ahora, con las redes sociales, que de verdad se democratiza el acceso al conocimiento
y a la información, si bien se ofrecen contaminadas con falacias de todo tipo, rumores,
fantasías, fake news y posverdades.
Perdido el respeto a la cultura y a las
autoridades académicas, hemos caído en lo fácil, en el desprecio al
conocimiento, el amor a los extremos, el entusiasmo por las respuestas fáciles,
el esteticismo de lo fuerte y de lo firme, la radicalización de las opiniones.
El exceso de información suministrado por las redes sin interrupción, facilita los prejuicios y los estereotipos como atajos que nos permitan seguir devorando todo lo que nos llega sin tiempo para seleccionarlo.
El laboratorio de los valores y la moral
se ha trasladado a la vida cotidiana, la gente ordinaria y la calle. No
habiendo reemplazado todavía los valores obsoletos de la religión, el sexo o la
familia, la gente está asustada, desorientada, y busca respuestas y liderazgos.
Consecuencia de todo esto son los fenómenos de Trump, el Brexit o el conflicto
catalán. Incubar el odio contra el enemigo requiere deshumanizarlo,
excluirlo de nuestra propia especie, para poder execrarlo y aniquilarlo.
Todo lo anterior es un resumen de la
entrevista de Andrea Aguilar al profesor canadiense Michael Ignatieff quien
dice de los catalanistas, y de todos los nacionalismos en general, que son
miopes, sectarios, supremacistas e intolerantes, por no añadir extemporáneos en
nuestra era global.
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