Si tuviera que elegir dos falsedades de
entre la sarta de mentiras a las que los neoliberales reaccionarios nos tienen acostumbrados,
yo destacaría éstas: rebajar los impuestos a los ricos revierte en nuevas
inversiones y consiguiente aumento del empleo (je!, jamás ocurrió esto, pero
insisten en repetirlo como un mantra); y la otra, el subsidio de desempleo y
demás ayudas asistenciales inducen a los parados a no buscar empleo para
acomodarse en la holgazanería (y vivir de la renta de sus inversiones en
valores bursátiles, podrían añadir, ya puestos).
Por el contrario nosotros mantenemos que la subida de los salarios genera
un mayor compromiso de los trabajadores con su empresa, un incentivo de su
poder de compra y consiguiente aumento de la producción para atender el crecimiento
consecuente de la demanda y, como efecto de todo, ello una mejora en la
productividad.
Si los más afortunados recelan de las ayudas
asistenciales a la chusma no es tanto por racismo o por desprecio o por cicatería
o simplemente por crueldad, cuanto por su necesidad de poner las cosas en su
sitio, “siempre ha habido clases”, y dejar bien clara su distinción de los
parias y pringaos que les sirven de contraste.
Digo todo esto porque ahora Donald Trump pretende eliminar (o al menos reducir)
la ayuda alimentaria en USA a los más necesitados. Y Paul Krugman ha reaccionado
de este modo:
Donald Trump nunca se ha molestado en entender para qué servía realmente su
única “victoria” legislativa importante: la rebaja fiscal. Tampoco tenía ni
idea de qué había en realidad en el acuerdo con Irán que acaba de revocar. En
ambos casos, ha sido simplemente una cuestión de ego más que de fondo: anotarse
una "victoria" deshaciendo lo logrado por su predecesor…Siente verdadera
aversión por la idea de que la gente reciba "asistencia social",
refiriéndose con esto a cualquier programa público que ayude a personas con
rentas bajas, y quiere eliminar esos programas siempre que sea posible. Su
última hazaña fue amenazar con vetar la futura ley agraria a no ser que se impongan
duros requisitos laborales a los perceptores del Programa Asistencial de
Nutrición Suplementaria (SNAP por sus siglas en inglés), conocido en general
como los cupones para alimentos.
Hay algo esencialmente obsceno en este espectáculo. Tenemos a un hombre
que heredó una gran riqueza y que luego desarrolló una trayectoria empresarial
principalmente a base de engañar a gente crédula, ya fuesen ingenuos que
invertían en sus negocios y cargaban con el muerto cuando esos negocios
quebraban, o estudiantes que perdían tiempo y dinero en títulos inútiles emitidos
por la Universidad Trump. Así y todo, está decidido a quitarles la comida de la
boca a personas verdaderamente desesperadas, porque está seguro de que lo tienen
demasiado fácil.
La Oficina Presupuestaria del
Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) calcula que los nuevos requisitos
laborales y otras restricciones propuestas por los republicanos de la Cámara de
Representantes acabarían negando o reduciendo la ayuda nutricional a cerca de
dos millones de personas. ¿Por qué querría alguien hacer eso? El problema está
en que no es solo Trump: el odio de los conservadores a los cupones para
alimentos está muy extendido. ¿A qué se debe? La opinión conservadora plantea
que los cupones para alimentos reducen los incentivos (a buscar trabajo), al
hacerles la vida demasiado cómoda a los pobres. Como explicaba Paul Ryan, el
SNAP y otros programas crean una "hamaca" que "mece a personas
físicamente aptas y las lleva a una vida de dependencia y complacencia".
Pero este es un problema que existe solo en la imaginación de la
derecha. Es muy difícil encontrar perceptores físicamente aptos de SNAP que
debieran estar trabajando y no lo hacen; la gran mayoría de los beneficiarios
del programa tienen trabajo —aunque en empleos inestables que pagan poco— o son
niños, ancianos, discapacitados o cuidadores esenciales de familiares.
Así que esto es simplemente pura crueldad mezquina convertida en
principio de gobierno. Se trata de gente privilegiada que mira a los menos
afortunados y simplemente ven a un montón de perdedores. No quieren ayudar a
los menos afortunados; de hecho, les indigna la idea misma de que la ayuda
pública haga un poco menos desgraciados a esos perdedores. (Pringaos. Chusma.)
Krugman dixit.
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