Quíén dijo que la poesía es propia de maricas y no
puede por tanto ser revolucionaria? Ahí están las canciones de Cecilia: Dama
dama, Mi querida España, Un ramito de violetas…
La memoria de la cantautora madrileña Evangelina Sobredo Galanes, más conocida como Cecilia, (1948/76),
por aquello de que santa Cecilia (22 de noviembre) es patrona de la música, ha sido recuperada estos días, no sé por qué motivos, pero que a mí me han hecho recordarla.
Me acuerdo de sus canciones pero sobre todo de estas tres:
Mi querida España, de actualidad rabiosa por más que no se cante al
ritmo de sardana:
Mi querida España, esta España viva, esta
España muerta, de tu santa siesta ahora te despiertan versos de poetas.
¿Dónde están tus ojos? ¿dónde están tus manos? ¿dónde tu cabeza? Mi
querida España, esta España mía, esta España nuestra…/… Quiero ser tu tierra,
quiero ser tu hierba cuando yo me muera, mi querida España, esta España mía,
esta España nuestra.
O esta otra,
Dama dama:
Dama dama, de alta cuna, de
baja cama, señora de su señor, amante
de un vividor. Dama que
hace lo que le viene en
gana, ardiente admiradora de un novelista decadente. Ser pensante y
escribiente, y de algún versal autora aunque
ya no estén de moda. Conversadora brillante
en cóctel de 7 a 9, hoy nieva, mañana
llueve, y quizás pasado truene. Envuelta en seda y pieles. Y si no fuera por miedo, sería la novia en la boda, el
niño en el bautizo, el muerto en el entierro, con
tal de dejar su sello, dama
dama, de alta cuna, de
baja cama.
Pero a mí
la que me pone la piel de gallina y los pelos como escarpias es la de Un ramito de violetas, por su gracia, por
su originalidad, por la sorpresa, por su ternura y, sobre todo por su
ambigüedad. Para los que no sepáis de qué estamos hablando, os informaré que a
una dama, felizmente(?) casada, “cada 9 de noviembre, como siempre sin tarjeta, le
llegaba un ramito de violetas”. Y la agraciada damisela sin decir ni pío, tú,
que todo se lo guardaba para ella. Feliz por su amor secreto:
Era feliz, en su, matrimonio, aunque su marido
era el mismo demonio. Tenía el hombre, un poco de mal genio. Y ella
se quejaba de que nunca fue tierno. Desde hace ya más de tres años recibe
cartas de un extraño. Cartas llenas de poesía que le han devuelto la
alegría. ¿Quién le escribía versos, dime quién era? ¿quién le
mandaba flores por primavera? ¿quién cada 9 de noviembre, como
siempre sin tarjeta, le mandaba un ramito de violetas...? Y cada
tarde, al volver su esposo, cansado del trabajo la mira de reojo.
Y no dice nada, porque lo sabe todo. Sabe que es feliz, así, de
cualquier modo, porque él es quien le escribe versos, él su amante, su
amor secreto. Y ella, que no sabe nada, mira a su marido…, y
luego calla.
Digo yo
que la pobre, cada 8 de noviembre, no podría pegar ojo esperando el ramito de
violetas al día siguiente, que en efecto le llegaba, como siempre sin tarjeta.
Y me pregunto yo también: pero el marido qué pretendía? poner a su esposa a prueba sobre
su fidelidad? ver hasta dónde podía llegar la pobre con su coqueteo? confirmar que
le era infiel? (aunque fuera con él mismo, pero ella no lo sabía…, o sí lo sabía?)
O simplemente se trataba de un ludópata?
No hay comentarios:
Publicar un comentario