sábado, 18 de noviembre de 2017

1460 (S 18/11/17) Imputados fallecidos y otras argucias legales

“Pleitos tengas y los ganes” sentencia la condena gitana, o al menos el dicho popular. Porque por mucho que ganes más será lo que pierdas, empezando por los nervios. Que aquí todo hay que explicarlo.
     Los tribunales penales tienen como función detener al chorizo de menor cuantía, al ladrón de gallina o bicicleta, procesarlo, multarlo y encarcelarlo, y punto pelota. Pleitos penales contra los ricos por delitos económicos, je! nunca se substanciaron. Y hoy por hoy, no tiene por qué no ser igual. (No me corrijan con los pocos que están hospedados en Alcalá Meco o Soto del Real, a pensión completa).
      Hay mucha complicidad entre los ricos y mucho dinero  para frenar la justicia legal. Empezando por el nombramiento de los fiscales que dependen del gobierno y, en caso de serio peligro, ríete tú de la división de poderes. Lo primero que hay que hacer es proclamar sin descanso tu inocencia, con toda la desvergüenza que se tenga de natural o aprendida de emergencia, y sin reírse, jurándolo hasta por tus muertos, si es necesario, y esto a lo largo de todo el proceso. Continuando con la actuación de los mejores abogados especializados en todo tipo de triquiñuelas que pueden alargar el procedimiento sine die, si es que no han conseguido anteriormente aducir con éxito la prescripción legal por el paso del tiempo o la caducidad de la causa penal. Se destruirán las pruebas, aunque sea formateando 35 veces el disco duro de los ordenadores. Amontonando las causas y acumulando las pruebas que queden sin destruir se consiguen sumarios de miles de páginas que no hay juez que se los trague desde el principio al final. Si a pesar de todo hay jueces pundonorosos que trabajan día y noche para sacar adelante la instrucción, se les detraen recursos y personal laboral para imposibilitar su tarea, aunque luego denunciarán que "no es justicia la que tarda en dar sentencia", desmotivando hasta el paroxismo al personal judicial.
      En la instrucción del sumario se alegarán otras pruebas conscientemente falsas que, al ser anulables, arrastren con ellas la nulidad todas las demás (recordad caso Garzón), etc. etc. etc. Y si al final hay condena, quieto parao, tú, que esa condena es provisional. Y los recursos se pueden dilatar y demorar el proceso hasta llegar un momento en que ni el juez instructor pueda acordarse de qué delitos se trataba. Suponiendo que haya un juez porque normalmente habrá más de uno por sustituciones por agotamiento. Y cuando por agotamiento o por trampas la causa sucumba en el sobreseimiento, los delincuentes gritarán “Inocente! ¿no lo dije siempre que yo era inocente!?” coreándole los suyos “Inocente! ya era hora de que se hiciera justicia!”, et., etc. etc., confundiendo ladinamente la inocencia con la imposibilidad de sentenciar una condena de culpabilidad (caso más claro, el de la prescripción). Hasta aquí las cosas.
      Pero ahora parece que aparecen nuevas argucias legales para evitar la condena, lo que permite al delincuente o sus deudos declarar solemnemente su inocencia urbi et orbi, por más delincuente que sea y por más evidente que así lo parezca. Se trata de lo siguiente:
     Habéis tomado nota de los políticos fallecidos entre los imputados en el caso Gürtel que se inició hace más 10 años? Sabéis cuántos van ya? La dilatación de este proceso penal, más lo que le queda por la interposición de triquiñuelas, recursos y otras argucias legales, durante tanto tiempo como sea necesario, permitirá a los presuntos delincuentes fallecer uno tras otro, incluso de muerte natural, sin haberse llegado a la sentencia con su condena. “Inocente!”, gritarán entonces sus deudos y amigos, “inocente! se ha hecho justicia!”, proclamarán sus compañeros de sumario y de partido, y así es como su familia recuperará el honor que todavía no habrían perdido.

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