Me quedé corto el pasado domingo día 5 cuando a la pregunta
de la entrada 1447 “Por qué los ricos y las sociedades anónimas pagan menos
impuestos? contesté que de ese modo crecía la economía y se creaba empleo.
Podría haber añadido mucho más. Mucho más. Y lo hago ahora.
Somos el
país que atrae más turistas. Y como nuestro ínclito Rajoy lo explica, ello se debe a
que somos un país maravilloso. Y genial. Y estable. Sobre todo estable. Lo que
no glosa Rajoy es que gracias al turismo se crean empleos de camareros, a un
bajo precio, ya sé, pero no todo van a ser honores, que nos permiten dar
servicio a los más de 50 millones de turistas que vienen a disfrutar de nuestro sol, nuestro arte, nuestras playas, nuestras fiestas, nuestra alegría…, ellos sí que lo disfrutan. Pero alguien tendrá que fregar luego los platos... Sí,
señor, somos el huerto de Europa para los productos hortofrutícolas y el
servicio de sirvientes para los que nos visitan para que les sirvamos. Un salto
de la agricultura a los servicios sin mancharnos las manos de grasa en los
productos industriales.
Es verdad
que los recortes de los gastos públicos ha dejado a millones de españoles famélicos,
sin recursos para poder alimentarse o calentarse en las frías noches de invierno,
pero eso es una forma sesgada, siniestra y malintencionada de identificarlos,
pues es bien sabido que el gran mal de las sociedades opulentas es el creciente
número de obesos que pueblan nuestras calles. O no es verdad que todos se apuntan, de
un modo u otro, a algún régimen de dieta? Llamemos a las cosas por su nombre,
por favor, y no hagamos un uso político del adelgazamiento.
Que los
salarios son bajos…, ésa es otra. Qué pasaría si inundáramos la masa monetaria
con una liquidez abocada a la inflación? Que perderíamos todos poder adquisitivo,
y eso nadie lo queremos. O sí? Aparte de que aumentando el consumo podríamos
perder nuestra disposición al ahorro. O al no gastar, que es lo mismo. Por no
hablar del relajamiento consiguiente a un salario más alto que pondría en
peligro nuestra productividad. Y ya se sabe, que se empieza por relajarse uno,
y no se sabe cómo se podrá terminar. Una mejor retribución en los salarios (y
no digamos en las prestaciones sociales) podría hundirnos irremediablemente en
un estado de holgazanería de la que cuesta levantarse.
Y así
podríamos continuar glosando punto por punto todos los temas que podáis
imaginar. Pero para no cansaros remataremos el debate con este último argumento.
Se lamentan, esos pesimistas que no ven más que desgracias a su alrededor, de
la poca y mala atención que nuestro gobierno presta a la cooperación
internacional. (En su lugar esos fondos que se perderían no sabemos dónde se
transfieren a fundaciones que nos enseñan a pensar como es debido, como dios
manda.) Pero silencian los miles de millones de fondos que, depositados en lugares
tales como Antillas, Bahamas, Barbados, Belice, Caimán…, por sólo citar los
primeros del abecedario, ayudan a prosperar a estos países dejados de la mano
de dios si no fuera por la generosidad de nuestros altruistas magnates multimillonarios.
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