No es la
primera vez que tocamos este tema, pero me han pedido que lo repita y aquí va.
Los términos
izquierda y derecha han quedado obsoletos después de la caída del muro de
Berlín. La dicotomía entre la política que atiende a los más necesitados y la que
protege los intereses de la minoría privilegiada ha cedido el paso a la
distinción entre progresistas y conservadores, persiguiendo ambos aparentemente
el interés de todos, pues ambos buscan el mayor número de votos, y discutiendo
pocos la conveniencia de la propiedad de los medios de producción, marcando la
diferencia el interés por una economía de mercado sin paliativos o la
intervención pública en aras de una más justa redistribución de la riqueza.
Es curiosa la
aversión por lo “siniestro”, que proviene del hecho de que todo lo
perteneciente a la antigua diosa (que residía en el Tár-tar-o, al oeste del oeste, a la izquierda de la izquierda)
fuera anatematizado por el nuevo orden patriarcal que se pronunció abiertamente
por la derecha (right en inglés es
tanto derecho, como legal, como correcto). Como ocurrió con el calendario solar
de doce meses que se impuso al lunar de trece meses, demonizándose el número 13
desde entonces, por “siniestro”, suponemos, pues los tiempos lunares eran
propios de tiempos anteriores, de las comunidades maternales.
Y así la
izquierda pasó a ser “siniestra” y de izquierda se tildó la actitud que se
inclinaba por los cambios, contra la derecha conservadora que prefería las
tradiciones seculares (siempre que no se remontaran más allá de los tiempos
patriarcales).
Debemos
aclarar que los nuevos calificativos de “progresista” y “conservador” (los dos
se precian de proclamarse centristas para atraer el máximo de votos
electorales) son tan correctos el uno como el otro: el primero porque propugna
cambios (mejoras) y el segundo porque se aferra a lo que tiene (señal de que
tiene algo que conservar, entre otros los valores, lo que le hará defender con
más calor lo que posee, entre otros su territorio patrio). Los dos son, pues,
pues tan correctos y aceptables como incluso necesarios.
Se propone un
ejercicio mental, puede llamarse test, con términos (valores) en dos columnas,
la izquierda de las cuales identifica al “progresista” mientras que la derecha
retrata al “conservador”.
Izquierda Derecha
Libertad Orden
laicismo Dios
redistribución de la riqueza economía de mercado
impuestos redistributivos herencia
servicios públicos servicios
“públicos” privados
educación pública educación
privilegiada
sistema de salud pública sistema de salud privada
dudas dogma
duda metódica (autocrítica) mentira
cambios conservación
de lo conocido
comunidad familia
nuclear
feminismo familia
y matrimonio (Sra.de)
amor libre monogamia
humor cínico ejercicio
del poder
diálogo intolerancia
diversidad uniformidad
la mezcla la
raza
integración xenofobia
internacionalismo nacionalismos
atenciones sociales populismo
justicia venganza
reinserción del criminal pena de muerte
solidaridad mercantilismo
ecología acumular
riqueza
afectos a Diónisos devotos
de Apolo
(añadan ad libitum…)
Un joven
conservador resulta tan extraño como un anciano progresista. No se sorprendan si,
creyéndose de una ideología determinada, su conducta se comporta en alguna otra
dirección. Algunos podrán quedar decepcionados si, al atribuirse los distintos
conceptos de las dos columnas, resulta que en la realidad adoptan una “actitud”
distinta de la que suelen utilizar como etiqueta.
Por último no
se trata de adscribirse a la columna que sea por completo, sino que podemos
ser, y somos, más o menos progresistas o conservadores sin que ello nos impida
aceptar ciertos valores que están en la columna a la que no creemos pertenecer.
Nadie es 100% progresista o conservador, ya que las notas o valores que se
consignan en cada columna son extremas y cada uno de nosotros estaremos más o
menos en medio. Se trata, pues, de valorar nuestras inclinaciones más que
exigirnos una pureza ideológica que no consideramos fuera recomendable. Por
ejemplo, nadie duda que el Orden y la Libertad son dos valores necesarios y,
más aún, que cada uno necesita del otro; pero de lo que se trata es de por cuál
de los dos nos inclinamos, lo que no significa que, optando por uno de los dos
como prioritario, reneguemos del otro. Por su naturaleza, el establishment
preferirá el Orden mientras que el individuo se inclinará por la Libertad. Y
parecen compatibles (tanto como necesarias) la redistribución social de la
riqueza como la economía de mercado, si a ésta segunda se le grava con los
impuestos suficientes para hacer posible la primera.
El test sólo
pretende ayudarnos a conocer cuán lejos o cerca estamos de cada uno de los
extremos.
En materia de
Servicios Públicos (como la educación, la sanidad, la justicia…) versus
su privatización, se puede apostar por los primeros y al mismo tiempo exigir su
gestión privada, lo que significa que el paciente pueda elegir el centro de
asistencia o atención (los cuales competirían entre sí) cuyos servicios en todo
caso serían pagados con fondos públicos.
Dado que el
Poder tiende al autoritarismo y a la uniformidad, la sociedad civil hará bien
manteniendo un ojo vigilante sobre la intensidad y extensión de su ejercicio.
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