miércoles, 1 de febrero de 2017

1386 (X 1/2/17) Por caridad…

Caro, querido, caridad, cordialidad… tienen la misma raíz que corazón. Se enriquece la razón con las emociones. Pero si éstas prevalecen, tienden a ser irracionales.
       Cuando le reprendí a un amigo que diera una limosna a un mendigo porque de ese modo reforzaba la injusticia, me llamó inhumano. Los indigentes pueden y deben ser atendidos por los servicios públicos adecuados. La caridad, sin embargo, es la cara reversa de la injusticia porque aquélla no existiría sin ésta. Hace falta un sistema económico social injusto para que sea posible hacer caridad. La caridad se alimenta de la miseria, y con las limosnas afianzamos una situación de injusticia que tenemos que corregir radicalmente. Porque “una limosna no soluciona nada”. Aunque practicándola puedas dormir mejor.
      El anterior entrecomillado lo acabo de leer en una entrevista a la directora del albergue municipal de Zaragoza. Además de que no dando limosnas ayudaríamos a los más necesitados para que acudan a lugares públicos donde podrían comunicarse con sus congéneres y salir de su aislamiento, al menos temporalmente. Y no proliferarían al no obtener satisfacción con la mendicidad.

     Es más, cuando por caridad enviamos un dinero indeterminado para una misión genérica en un país necesitado, ese dinero es divisa que, antes de convertirse en moneda nacional de ese lugar, engrosará las cajas del dictador de turno que con ellas podrá comprar armas para oprimir aún más a los que queremos ayudar.
      Si quieres auxiliar a un hambriento no le des un pez, enséñale a pescar, dijo hace mucho tiempo un chino. Escuché a un misionero gritar por la televisión, ayúdennos, sí, pero dinero no!, por favor, no nos envíen dinero…!

No hay comentarios:

Publicar un comentario