Entiendo y aplaudo el tono y el
sentido utópico del texto de Amaia Pérez Orozco del que dimos cuenta ayer. Pero
no quiero dejar de expresar mis reservas sobre su ataque al Estado del
Bienestar al que acusa de colchón del capitalismo para amortiguar los posibles
conflictos sociales que conlleva este sistema que nos oprime y que ella llama
la Cosa escandalosa. Y así, hay que condenar el Estado del bienestar por haberse sostenido
sobre la depredación medioambiental, el expolio de países periféricos y la
división sexual del trabajo.
La política tiene que ser pragmática
porque es el arte de lo posible. Y si las utopías mueven al mundo, no por ello
dejan de ser peligrosas si se las quiere aplicar en la vida real. En ese
sentido en el Estado del Bienestar nos parece aceptable la conjunción del
mercado (regulado) como sistema de producción junto con una posterior
redistribución de la riqueza mediante una fiscalidad progresiva. La plusvalía
del trabajo se devuelve parcialmente al trabajador mediante un sueldo paralelo
como es el que constituyen los servicios públicos gratuitos (educación, sanidad,
prestaciones asistenciales, etc., si bien “parcialmente” debe entenderse como “justamente”).
Pues frecuentemente lo mejor es enemigo de lo bueno.
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