Somos hijos de los griegos. Por parte de
madre. Pero Grecia es el fruto de las unión de los pelasgos mediterráneos con
los indoeuropeos que bajaron del Cáucaso (Ucrania), los cuales aportaron la cultura
patriarcal, el hierro, el calendario solar… Así que es incompleto hacernos descender
solamente de los griegos. En el apartado de “raza” de nuestros carnés de identidad
punteamos el recuadro “caucasiano”. Ucrania, por tanto, puede y debe reivindicar
su relevante papel en nuestros orígenes junto a los helenos. Una Europa sin Ucrania
sería una Europa mal nacida, al renegar de sus ancestros.
Urge,
pues, integrarla en la UE. Mediante las medidas que se consideren oportunas
entre las cuales destacamos tres: Una, ayuda económica generosa, lo
que nos daría pie para proteger su desarrollo (dos:) contra las prácticas corruptas
que parece que abundan en todos los niveles; y tres, instalando bases
militares de la OTAN en la frontera con Rusia que desanimen a sus
vecinos de nuevas veleidades.
Dejar
a Ucrania bajo la influencia de Rusia no sólo sería una traición a nosotros
mismos sino que también daría lugar a
una zona de confrontación que sólo beneficiaría a sus vecinos soviéticos.
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