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(M 30/4/13) Elogio de la Mentira
El mentiroso eficiente,
profesional, ha de ser creíble, sincero y disponer de una capacidad asombrosa
de irresponsabilidad y de desprecio hacia cualquier prueba que pueda demostrar
la falsedad de sus manifestaciones. “La mentira para serlo debe nacer como
verdad”, pues si no, no sería creíble y entonces no serviría como tal. De ahí
que no quepa la mentira si antes no se conoce la verdad. Mentiras piadosas.
Verdades a medias. “Si te dijera la verdad, mentiría”. Y hay que ser hipócrita,
un hipócrita redomado, pues hipócrita es el que profesa virtudes en las que no
cree y con ello se asegura la ventaja de parecer lo que desprecia.
Algún cínico –el que suscribe,
en algún subidón se tendría que apoyar para atreverse a decirlo- ha opinado que
la verdad puede ser cruel y estéril, mientras que la mentira puede ser lúdica y
fecunda. Con la mentira, la trampa, pudimos iniciar la caza mayor en el
Paleolítico, y de mentira se alimenta la ficción, las historias y el teatro. Si
la mentira es propiedad de quien la crea, la verdad no tiene dueño, lo cual no
agrada a Machado quien glosa: “Tu verdad, no, la verdad, y ven conmigo a
buscarla. La tuya, guárdala”. Albert Camus dijo: “No hay una verdad, sino
muchas mentiras”. La verdad puede ser áspera y dura y el ser humano prefiere
las ilusiones y las fantasías. Los científicos saben de la relatividad de la
verdad y prefieren hablar de verosimilitud, pues la verdad proclamada tiende al
dogma y a la intolerancia.
La verdad está unida al poder.
La mentira no es exactamente decir lo contrario de lo que uno piensa: en
realidad, es vivir lo contrario de lo que se habla. Todos tienen que justificar
su forma de vivir. Los que gritan la verdad en general sienten la debilidad de
no tenerla en absoluto, por eso chillan a ver quién es más rotundo afirmándola”
(Angel Gabilondo). La verdad requiere
un clima (Ramón Jáuregui). La gente
no puede confiar, no podemos confiar porque no nos dicen todo casi nunca y
sospechamos”. La verdad no tiene dueño,
pero su manejo, sí. La sospecha produce incrédulos y la incredulidad impide la
cohesión social (Victoria Camps). No
hay libertad si vivimos en el error, si no podemos distinguir entre hechos
ciertos o falsos. Cuando en este ámbito alguien habla en nombre de la verdad
nos echamos a temblar. No podemos dejar de pensar en las muchas tropelías que
se han hecho en su nombre. Arrogarse la verdad clausura el debate (Fernando
Vallespín).
Si la política es un escenario
de opiniones fluctuantes y mentiras estratégicas, también es el arte de
gobernar con engaños, para lo cual tiene que generar eufemismos, máscaras y
ambigüedades que den juego para tener entretenido al personal, sobre todo a los
medios. El descaro es necesario para desarrollarse en este empeño. Y así tanto
si les preguntas por la financiación ilegal de los partidos, como por los
sobre-sueldos, o el cohecho continuado (20 años!) que hizo posible los dos
anteriores, o los reaccionarios proyectos de ley de Costas, de los Registros,
del aborto o de los matrimonios gays, o sobre los privilegios
anti-constitucionales de la iglesia católica, en sus respuestas deberán salirse
por peteneras con gracia y tronío, incluso rematando con un “somos el partido
más cercano a los trabajadores” o como “el gobierno que primero ha legislado a
favor del ciudadano en toda la vida de las hipotecas”, venga o no a cuento,
pues no son las preguntas sino sus respuestas las que perduran. Y por si a
alguien le quedara alguna duda, se le remata con la aberración de la más opaca
Ley de Transparencia cuyo proyecto ya ha entrado en el Congreso, donde también
puede comprobarse la honradez de sus ingresos en su web como demuestran sus
declaraciones de renta. De lo cual es fácil deducir que la política es demasiado
importante para dejarla en manos de los políticos.
Resulta pobre, muy pobre, pero
eficaz, blindarse con pantallas de plasma opacas pero transparentes, en las
ruedas de prensa sin preguntas que siempre son impertinentes. Con estas
argucias el gobierno se blinda y aísla de la realidad sin percatarse de que
ésta les tiene rodeados aunque la ignoren, se atreve a decir (o desearía?)
Miguel Angel Aguilar.
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