1. Los males que persisten
En realidad pueden reducirse
todos a una: la corrupción, ése cáncer o gangrena que la literatura ha
indultado compasivamente como “picaresca”, algo que tuvo su origen en una
legítima defensa contra el hambre y por la supervivencia. Patxo Unzueta nos
alerta de que los países más deprimidos en Europa, Grecia, Italia, España, son precisamente los más corruptos, quizás precisamente
por ello. Y sabe que “la corrupción dificulta la salida de la depresión
económica en la medida que provoca distorsión en la asignación de recursos y en
la redistribución de la renta, la reducción de la competencia y la erosión de
la confianza en el cumplimiento de los compromisos”.
Es la corrupción la que lleva al
clientelismo, compra de votos (no acabaron de irse los caciques). El
clientelismo es la causa del nepotismo que permite al cargo público rodearse de
los seres más queridos. Lo peor del
corrupto (o comprado), aparte de su degradación moral, es que entrega a su
enemigo más cruel la única arma que tiene para defenderse contra él.
¡Qué puede ser más vil que “vender” voto, el instrumento más democrático? El
clientelismo está tan extendido que corruptos condenados vuelven a presentarse
a las elecciones, y a ganar! sobre todo en áreas locales. El ciudadano
indefenso se vuelve suspicaz y cínico contra el ejercicio de poder, lo que le
lleva a inhibirse de contribuir con sus impuestos a que los poderosos los
distribuyan en beneficio propio. Pero aún peor que el nepotismo es la
desfachatez, la cara dura, el desparpajo con el que se practica. Son siglos de
experiencia. Y si no podemos actuar de acuerdo con principios morales,
cambiemos los principios, como dijo Groucho, para que no nos amarguen la
existencia. Lo tenemos crudo.
2. Boicot a “la privada” por las redes
Se oyen (leen) sugerencias para
sabotear el pillaje de las privatizaciones. Concretamente, aleccionando a los
sanitarios públicos para que matriculen a sus hijos en la enseñanza pública y a
los educadores públicos para que opten por la asistencia de la Seguridad
Social. En resumen, que todos utilicemos los servicios públicos; en otras
palabras, que nadie utilice ni los centros escolares ni los servicios
sanitarios concertados o privados, sino todos solamente los públicos. Desconozco
el impacto que esta acción conjunta tendría sobre el objetivo que se persigue,
pero mucho me temo que los intereses concretos de cada individuo o familia para
optar por servicios privados, en la mayoría de los casos se antepondrán a estas
sugerencias que, si se cuelgan en las redes, estarán en las nubes. Y allí se
las lleva el viento.
2. 21.12, fin de algo
Mañana 21.12 no se acaba el mundo
ni es el fin de los mayas. Los mayas se acabaron cuando les quitamos sus
tierras y sus dioses, les regalamos alcohol a los varones para que se auto-exterminaran
y dejamos que fueran las mujeres las que acarrearan con todas las tareas de sus
casas y de su civilización. Los jóvenes guatemaltecos del altiplano sueñan con marchar
a “los Estados” (Unidos), que están en cualquier lugar, y en todos los sitios,
que pueden imaginar fuera de Guatemala.
La socorrida predicción del fin del
mundo no tiene nada que ver con los mayas sino con una cultura judeo-cristina apocaliptica
que disfruta del “deleite masoquista de la hecatombe como espectáculo”. Las
redes informáticas ayudan a la difusión de los absurdos, “un pandemonio donde
florecen desordenadamente miedos histéricos”, que inducen a las mentes dúctiles
a aprovisionarse de sal, agua, velas y alimentos, para refugiarse contra tormentas
solares o inversiones de los polos magnéticos del planeta que amenazan con la
vida en la Tierra. Pero
el calendario maya no marcaba para mañana el fin del mundo sino de una época,
de un mero ciclo del calendario.
El
verdadero Apocalipsis de los mayas no es lo que les pueda ocurrir en el futuro
sino el desastre en que han incurrido por nuestra marginación económica, social
y cultural. El periodista mexicano Armando Escalante cuenta una anécdota de la
muchacha de servicio de su hermana que, siendo ella una maya genuina, y harta
de escuchar tantas alarmas en la radio y los medios sobre el fin del mundo,
preguntó: “pero señora, esos mayas existen?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario